En un mundo tan agitado, donde cada día nos aflige la vida con tanto afán, por lo general el estrés y la falta de tolerancia emanan como reflejo de un débil corazón y si nuestro diario caminar se manifiesta de ésta forma ¿Cómo reaccionas a la primera, segunda o tercera vez que te quitan la paciencia? Aprende de Dios, no partas el corazón de tus hijos con un grito que rompe rocas, no provoques remezones cual terremotos en el alma de los tuyos cuando no hacen lo que quieres, no seas violento, no hagas añicos la dignidad de tu prójimo al responderle olvidando el respecto que se merecen. Apaga el fuego de tu cólera antes de atreverte a responder, no respondas con la ira de tus palabras en el rostro de los hijitos de Dios. Dios no está en una actitud violenta, en una respuesta con ira, en palabras que remecen y hacen polvo la dignidad de tu prójimo.
Dios se glorifica y da una nueva oportunidad a sus hijos con una actitud suave, con una voz que asemeja un murmullo y te pregunta ¿que estás haciendo? ¿Qué haces aquí? ¿Por qué te enojas tanto? ¿Qué te provoca tanta cólera? ¿Puedes volver a hablar pero de una manera más suave por favor?
“Que la belleza de ustedes no sea la externa, que consiste en adornos tales como peinados ostentosos, joyas de oro y vestidos lujosos. Que su belleza sea más bien la incorruptible, la que procede de lo íntimo del corazón y consiste en un espíritu suave y apacible. Ésta sí que tiene mucho valor delante de Dios”.
Leamos hoy 1 Pedro 3:3-5
Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos, sino el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios. Porque así también se ataviaban en otro tiempo aquellas santas mujeres que esperaban en Dios, estando sujetas a sus marido.
por: Juliancho Merchán
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Abrazo